Alfredo Leuco recordó en una editorial a Delmira Hasenclever de Cao

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Alfredo Leuco recordó en una editorial a Delmira Hasenclever de Cao

En una emisión de su programa televisivo, el periodista Alfredo Leuco dio la noticia del deceso de la “madre de Malvinas” y compartió una editorial dedicada a ella y su hijo, el soldado maestro Julio Rubén Cao.

En primer lugar, el conductor señaló la razón de su apodo: “Desde el día que Delmira se enteró que su hijo había caído en combate, ella se transformó en la madre de todos sus compañeros”, tanto de los 649 caídos como de aquellos que lograron volver, y así “abrazó a todos los ex combatientes y convirtió a todos en sus hijos. Siempre llevó la bandera de las necesidades y del reconocimiento que todavía siguen reclamando nuestros héroes desde abril de 1982. Esa fue la manera que Delmira encontró para transformar su luto y su odio en amor”.

Asimismo, prosiguió a dar un repaso de su historia. “Delmira Hasenclever de Cao nació en un inquilinato cerca de la cancha de Atlanta”. Si bien su familia era pobre, “pudo terminar el primario lavando veredas para ganarse unos pesos. A los 14 años ya estaba trabajando en una fábrica textil. En Lomas del Mirador, en La Matanza, conoció a su marido que murió de un maldito cáncer de páncreas a los 56 años”.

Así como Delmira, en su familia eran “todos laburantes esforzados y solidarios. Su hijo, Julio Rubén, disfrutaba de cebarle mates, sentado al pie de la cama. Julio se anotó como voluntario para ir a Malvinas y fue acribillado a los 21 años”.

“Hace más de 40 años que Julio entregó su vida por la patria y es desgarrador recordar que ni siquiera pudo conocer a su hijita Julia, que nació un par de meses después de su muerte. Recién hace casi 5 años, identificaron los restos de Julio que resistió como pudo el avance de las tropas enemigas. Literalmente, le puso el pecho a las balas para proteger a sus compañeros”, expresó.

Pero además de su sacrificio, se hizo hincapié en la actitud valiente y determinante del soldado maestro Cao, a quien su madre casi le rogó que se quedara, pero él le respondió “No me pidas eso mamá. ¿Con que cara yo podría dar clases sobre San Martín o Belgrano si me escondo debajo del pupitre?”. Y de esa forma, “fue uno de los pocos soldados voluntarios. Fue un apoyo permanente de sus compañeros de colimba del regimiento de Infantería Motorizada de La Tablada. Siempre con la misma alegría que tenía al frente del grado en su escuela. Siempre ayudando a escribir y a leer cartas el resto de los soldados”.

Durante su tiempo en las aulas, no solo se dedicaba a la docencia, sino también “se convertía en albañil para reparar los techos, o en carpintero para arreglar los viejos bancos de escuela”.

En cuanto a su formación, “hizo un profesorado en Literatura porque amaba a Serrat. Siempre soñó con ser docente porque admiraba a Ghandi y a la paz”.

Antes de embarcarse a Malvinas y despedirse de su familia, “plantó un árbol en el patio de la casa de su madre. Quiso respetar aquello de tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro”. Si bien nunca llegó a concretar la meta del libro, escribió cartas conmovedoras desde Malvinas.

Una de ellas decía: “A mis queridos alumnos de 3ro D: No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera. Espero que ustedes no se preocupen mucho por mí porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente,y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor, y le vamos a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos, que como ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas. Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a perder. Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto, cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando; cuando me duermo sueño que estoy con ustedes. Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldado que los quiere y los extraña. Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes. Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de ustedes”.

Luego de más de 40 años de aquella guerra en donde dio la vida, su hija Julia ya tiene 40 años, y su madre Delmira falleció recientemente.

“Cuando Julia cumplió 9 años, viajó con su abuela a Malvinas. En el cementerio de Darwin adoptaron una tumba y le dejaron una flor y muchas lágrimas. Hoy una tumba contiene sus restos identificados y la escuela Nro 32 de Lafferrere, donde daba clases con su impecable guardapolvo blanco, lleva su nombre “Soldado maestro Julio Rubén Cao”. El árbol que plantó ya tiene 10 metros de altura”.

Y finalmente, concluyó que “tras un manto de neblina no los hemos de olvidar, ni a nuestras Malvinas ni a nuestros héroes”, dedicando estas palabras a “la memoria de Julio, el soldado maestro, y de Delmira, la madre de Malvinas. Por ellos vale la pena decir en voz baja, que en paz descansen. Y por ellos, vale la pena gritar ‘viva la patria’”.

Fuente: APBAH

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